Bienvenidos a Fotoartis

Este blog nació en octubre de 2007 para aprobar una asignatura. Entonces Fotoartis era un espacio dedicado a la fotografía en general, y muy especialmente a la fotografía artística.
Pero ahora Fotoartis entra en una nueva etapa. Ahora será un blog personal, aunque mantendrá el nombre porque le he cogido cariño.

BIENVENIDOS TODOS. RAY COY.

domingo, 28 de octubre de 2007

La Sevilla de Loty

Hace algún tiempo (un par de años más o menos), el Museo de Artes y Costumbres Populares (Plaza de América) organizó una exposición titulada La imagen de Andalucía (1915-1936) basada en el archivo fotográfico de Loty. Cuando monté Fotoartis pensé dedicarle un texto al magnífico trabajo que ese hombre hizo en Sevilla porque tengo un CD con sus fotografías. He estado revisando el disco y seleccionando las fotografías que más me gustan, y cuando me he puesto a escribir me he dado cuenta de que de Loty sólo conocía su auténtico nombre, Charles Alberty López. Así que me he metido en Internet y he buscado información sobre él.

Mi sorpresa ha sido tremenda cuando bicheando he descubierto que Loty no era Loty. Me explico: el Museo de Artes y Costumbres Populares de Sevilla dice que Loty se llamaba Charles Alberty López, alias Loty, y que fundó la empresa AFUSA para crear un archivo fotográfico de España, Portugal e Hispanoamérica, en el que colaboró un tal Antonio Carreta Passaporte. El problema viene cuando el Ministerio de Cultura (dueño de gran parte del archivo de Loty) dice que él se llamaba Charles Alberty Jeanneret, que no era el fotógrafo sino el empresario, y que las imágenes fueron tomadas por Passaporte. Pero ahí no queda eso porque la aseguradora Mapfre, organizadora de una exposición de fotografías de Loty, añade a la información del Ministerio que el archivo está compuesto por fotografías hechas por Passaporte para la empresa Colecciones Loty, propiedad de Concepción López y Charles Alberty (Loty viene de la unión de la primera sílaba del apellido de ella y de la segunda del de él). ¿Quién tiene razón? Yo no lo sé, lo único que tengo claro es que el archivo Loty contiene magníficas estampas de Sevilla. Así que como eso es lo único que tengo claro, este texto se limita a mostrar algunas de ellas. Ante la duda de la autoría, pongo el nombre de Loty (ya sea una empresa o una persona).

Las imágenes de Sevilla están organizadas por temas: edificios civiles, edificios religiosos, edificios militares, paisajes urbanos, viviendas, interiores, calles, plazas, parques y jardines, mercados, bares y tiendas, escenas de calle, medios de transporte, industrias, artesanías y fiestas. Ahí tenéis unas cuantas fotografías, seguro que reconocéis algunos lugares.

Loty: «Puerta de la Macarena» (Edificios civiles)

Loty: «Conjunto de la Plaza de América y Palacio de Artes Antiguos en el Parque de María Luisa» (Edificios civiles)

Loty: «Corral de San Roque» (Paisajes urbanos)

Loty: «Vista panorámica de Sevilla desde la Giralda» (Paisajes urbanos)

Loty: «Cancela de la calle Conde de Ibarra» (Paisajes urbanos)

Loty: «Sevilla» (Viviendas) [el título y la clasificación no son cosa mía]

Loty: «Vista nocturna de la calle de la Vida» (Calles)

Loty: «Plaza de la Campana» (Plazas)

Loty: «Estanque de los Patos y la Platera del Parque de María Luisa» (Parques y jardines)

Loty: «Calle de Santa María de la Blanca» (Mercados)

Loty: «Un tipo de mendigo popular» (Escenas de calle)

Loty: «Exterior de la taberna de Gonzalo Sánchez» (Bares y tiendas)

Loty: «Un zapatero en la Plaza de San Martín» (Artesanías)

Loty: «Cofradía de San Benito saliendo de su iglesia en la calle Oriente» (Fiestas)

sábado, 27 de octubre de 2007

James Nachtwey, fotógrafo de guerra

Hace menos de un mes descubrí en la videoteca de la Facultad de Comunicación un documental titulado War Photographer (2001) del suizo Christian Frei. El protagonista es el fotógrafo de guerra estadounidense James Nachtwey, a quien yo no conocía. Algunos de sus trabajos fueron realizados en Kosovo, Rumanía, Palestina, Indonesia y Ruanda; lugares a los que le acompañó Frei para filmarlo. La cinta obtuvo varios premios internacionales y estuvo nominada en los Oscar como mejor película documental. En ella aparece gente relacionada profesionalmente con Nachtwey y el fotoperiodismo de guerra. Además, incluye imágenes tomadas con una microcámara colocada sobre la cámara fotográfica de Nachtwey, de forma que casi vemos la guerra desde su misma perspectiva.

El vídeo comienza con una frase célebre de Robert Capa: «Si tus fotos no son buenas es que no te has acercado lo suficiente». Y parece que James Nachtwey comparte esta idea. Él dice que para poder acercarse a alguien, tiene que ser aceptado por el retratado. Creo que ésa es su forma de justificar el meterle un objetivo en la cara a un desconocido, especialmente si sufre. Y eso no es algo que yo comparta, yo no me adscribo a ese pensamiento de Capa.

James Nachtwey: Un orfanato para "incurables" (Rumanía, 1990)

James Nachtwey: Luto por un soldado muerto en la guerra civil (Bosnia, 1993)

En War Phothographer, Nachtwey dice que después de tantos conflictos fotografiados sigue sin comprender el horror de la guerra. Y observando su trabajo queda claro que él ha visto a través de su cámara el lado más oscuro del ser humano.

James Nachtwey: Superviviente de un campo de exterminio hutu (Ruanda, 1994)

James Nachtwey es un fotoperiodista de guerra curtido. Y eso, según Hans-Hermann Klare, uno de los editores de la revista alemana Stern, puede jugarle una mala pasada. Según el editor, en la guerra mueren dos tipos de fotógrafos: los que van por primera vez, y aquellos que llevan tanto tiempo que se creen a prueba de balas. Klare dice en el documental que Nachtwey pertenece a este segundo grupo.

De la crudeza del trabajo en la guerra da buena cuenta Des Wright, cámara de Reuters. Para él, el periodismo de guerra es una profesión enferma puesto que algunos se alegrarían de que alguien a quien tienen delante muriese para tener esa imagen. Otra entrevistada, creo que era Christiane Amanpour (CNN), compartía esta idea: los fotógrafos de guerra son vampiros con cámaras de fotos.

James Nachtwey: Un niño muerto de hambre por la hambruna, un arma artificial de exterminio masivo (Somalia, 1992)

Nachtwey ve algo positivo en el fotoperiodismo que hace. Para él, la fotografía es lo opuesto a la guerra, cree que es una forma de negociar la paz y que por eso los fotógrafos no son bien vistos por los “señores de la guerra”.

James Nachtwey: Luto por un hermano asesinado por un cohete talibán (Afganistán, 1996)

Yo no creo que la fotografía pueda hacer mucho para acabar con las guerras. La primera vez que vemos una imagen trágica, si tenemos un mínimo de sensibilidad, nos estremeceremos. Pero cuando hemos visto esa fotografía u otra similar varias veces, quedamos inmunizados. Un muerto más, otro atentado, al final acaban siendo cifras, datos reflejados en fotografías que nos dejan fríos porque no sentimos nada al verlas. Si fuera verdad, como cree Nachtwey, que la fotografía sirve para negociar la paz, él se quedaría sin trabajo. En su web dice: «He sido testigo, y mis fotografías son mi testimonio. Los hechos que he registrado no deben ser olvidados y no pueden repetirse». No creo que eso ocurra. Desgraciadamente.

viernes, 26 de octubre de 2007

La guerra del General Walter

Mi abuelo Julián combatió en la Guerra Civil. De lo que vivió allí sólo tengo retazos de historias contadas por mi abuela, la pulsera metálica, pesada y oxidada, con su número identificativo y un par de fotografías. Luchó en el bando equivocado, no porque fuera el perdedor (que fue el que ganó) sino porque mi abuelo no era partidario de Franco («¡Qué buen aborto habría sido ése!», decía de él). No todos los españoles pudieron elegir con quién luchar ni a quiénes matar. No todo era tan heroico ni tan romántico, ahora que tanto se habla de Memoria Histórica, de vencedores y vencidos, de bandos enfrentados.
Como digo, mi abuelo hizo la guerra. Y la hizo en Andalucía. Lo llevaron andando desde Motril hasta Mojácar. Anduvo por las provincias de Granada y Almería, y no sé qué vivió allí porque cuando yo tenía edad para interesarme por estas cuestiones, él ya no estaba. Y aunque hubiera vivido, tampoco me lo habría contado. Dice mi abuela que las pocas veces que hablaba de la guerra, lo hacía llorando. Y yo en dieciocho años no lo vi nunca llorar por nada, así que supongo que él, que no era de lágrima fácil, no guardaba más que dolor de aquellos malditos años.

Con los recientes debates de la Ley de Memoria Histórica me he acordado de una exposición fotográfica que hace un año montó la Caja San Fernando en su sala de la calle Imagen. Las fotografías eran de la Guerra Civil española y las había hecho el General Walter, un militar polaco que estuvo al frente de varias unidades de las Brigadas Internacionales. Acudí a aquella exposición con la esperanza de ver en ellas algo de lo que pudo vivir mi abuelo, y así rellenar los huecos vacíos de mi memoria. Pero de nada me sirvió. Y no porque no hubiera imágenes de la guerra en Andalucía, sino porque aquella guerra que Walter fotografió no era, ni mucho menos, la que había vivido mi abuelo.
Los archivos fotográficos de Walter (cuyo verdadero nombre era Karol Swierczewski) pertenecen a la Asociación de Amigos de las Brigadas Internacionales (AABI). La exposición estaba compuesta por unos 60 paneles con fotografías de 1936 a 1938. Lo primero que me llamó la atención de aquellas imágenes, y que me hizo sentir mal, fue el aspecto de los brigadistas: hombres de uniformes impecables y zapatos nuevos y lustrados. La guerra es algo sucio, pero aquellos soldados tenían pinta de haber sido fotografiados recién acicalados, como si fueran a un acto social. No compré el libro de la exposición, y las pocas imágenes que he encontrado en Internet no reflejan bien lo que digo.

Fotografías de Karol Swierczewski

He buscado una fotografía en concreto, aquella que me hizo fijarme en las suelas perfectas de los zapatos de un brigadista: un tipo que estaba agachado, con una rodilla en tierra, dispuesto a disparar su arma (algo así como una metralleta). La fotografía estaba tomada desde atrás y por la izquierda, de modo que uno de los zapatos se veía estupendamente. Estupendamente limpio y nuevo. Puede que la fotografía hubiera sido hecha en los primeros tiempos de la guerra, o que aquel brigadista no hubiera tenido que caminar mucho. El caso es que aquel aspecto no era, ni mucho menos, el que sé que tenía mi abuelo por la misma época. ¿Por qué me fijé en los zapatos? Pues porque, como dije al principio, él anduvo desde Motril hasta Mojácar. Y en mitad de una guerra uno no encuentra muchas zapaterías abiertas para comprar un par de zapatos nuevos. Mi abuelo, como el resto de sus compañeros, se quedó sin zapatos, y anduvo hasta Mojácar descalzo, con los pies vendados para evitar cortes y heridas. Los brigadistas del General Walter parece que corrieron mejor suerte.

Fotografía de Karol Swierczewski

No sé qué destino tuvieron las fotografías de Walter durante la Guerra Civil. Si fueron publicadas, quizá el aspecto de los soldados formase parte de una campaña de propaganda. No sería la primera vez que se maquilla la vida en la guerra. Un buen ejemplo lo encontramos en la Guerra de Crimea (1854-1855) con Roger Fenton, quien recibió el encargo de fotografiar la contienda sin mostrar sus horrores para no desmoralizar a los familiares de los soldados. Así que las imágenes que Fenton recogió son escenas relajadas, con combatientes sonrientes que posan ante la cámara como si se encontraran en una comida campestre. Este antecedente de fotoperiodismo de guerra me lleva a pensar que quizá la vida de los brigadistas de la Guerra Civil española no fue tan distinta de la que pudo llevar mi abuelo, y que la imagen impecable que muestran en las fotografías del General Walter es una pose propagandística como en el caso de los reportajes de Fenton.

Desconozco si las imágenes de Walter son reales o producto de una ficción, pero lo que sí sé con toda seguridad es que la guerra no es limpia ni relajada ni es una merienda en el campo con amigos. ¿Acaso las Brigadas Internacionales tuvieron comodidades de las que carecieron los españoles de ambos bandos? Me consuela pensar que todo fue parte de una campaña de propaganda. Es triste creer que verdaderamente los brigadistas vivieron tan bien durante la guerra. Porque, en ese caso, no hubo una sola Guerra Civil española, como tampoco hubo sólo dos Españas enfrentadas. Hubo tantas Guerras Civiles como personas la sufrieron. Cualquier fotografía de Robert Capa, Vidal o Juan Guzmán reflejan mejor la guerra que vivieron la mayoría de los españoles. Fueran verdad o ficción, las fotografías de Karol Swierczewski, el General Walter, no son de la guerra de mi abuelo.

Fotografía de Karol Swierczewski

Dedicado a mi abuelo Julián.

domingo, 14 de octubre de 2007

Paris mon amour

Quienes me conocéis personalmente sabéis de mi pasión por París. No he estado en demasiados sitios pero dudo que pueda encontrar una ciudad como ésa. Supongo que si hubiera nacido allí, vería las cosas de otra manera y no me parecería un lugar tan excepcional. Pero no es el caso.

Adoro tanto París que he creído oportuno dedicarle mi primer texto en este recién nacido blog. París, «una ciudad universal donde cada paso por un puente o por una plaza remite a un gran pasado; donde en cada esquina ha tenido lugar un fragmento de la historia» (Goethe), es la ciudad más fotogénica que conozco. Ya os adelanto que ésta no será la única vez que hable de “mi ciudad” en Fotoartis puesto que da para mucho y todo no cabe en este texto. Comencemos por la reseña de un libro fotográfico que tiene París como protagonista.

Paris mon amour es un libro editado por Jean-Claude Gautrand en Taschen. Taschen publica libros de buena calidad, magníficamente editados y a buen precio. Ahora no sé cuánto valdrá este ejemplar pero a mí me costó sólo 10 euros porque la editorial estaba de aniversario y tenía rebajas. Si queréis echarle un vistazo a alguno de sus libros, probad en las tiendas VIPS, ahí solían tener muchos.

Desde los comienzos de la fotografía, París ha ido de la mano de este arte, no sólo como elemento fotográfico sino como lugar en el que se desarrollaron la heliografía de Niepce, el daguerrotipo de Daguerre o el calotipo de Talbot. También fue la ciudad que acogió los estudios de los fotógrafos más reputados (Nadar, los hermanos Séeberger, Atget, Man Ray, André Kertész, Robert Capa, Cartier-Bresson...). Además, París fue sede de movimientos fotográficos, de galerías y de publicaciones. Si os interesa conocer estas cuestiones, el prólogo de Paris mon amour os proporcionará una idea general de todas ellas.

Pero a nosotros lo que nos interesa es París como modelo fotográfico. Paris mon amour recoge estampas de la vida cotidiana, imágenes que nos muestran qué ocurría en las calles parisinas desde la segunda mitad del siglo XIX hasta finales del siglo XX.

La colocación de las fotografías no responde a una clasificación por fechas o autores sino por temas, así que si buscamos a alguien en concreto es mejor mirar los créditos fotográficos que aparecen en la última página del libro para localizarlo. Creo que habría resultado más interesante una organización por fechas, para ver más claramente los cambios que ha tenido París.

Ya la portada nos invita a adentrarnos en la ciudad y pasear por sus calles. Y es que la fotografía que ilustra la tapa es una vista de una calle desde los veladores de un café. Se trata de «Le Café de Flore a primera hora de la mañana» (1975) de Jeanloup Sieff. Los cafés parisinos, tan típicos, constituyen uno de los temas fotográficos de este libro.

Jeanloup Sieff: «Le Café de Flore a primera hora de la mañana» (1975)

Los temas de Paris mon amour son los siguientes: la calle, parques y jardines, los enamorados, bistrots, espectáculos, parisinas, niños, tráfico, el París de las barricadas, la Comuna, el Frente Popular, la Ocupación-la Liberación y el Mayo del 68.

Hay fotografías que nos muestran un París solitario, totalmente alejado de la imagen de ciudad bulliciosa y viva que solemos tener. «Rue Neuve-de-la-Garonne de Bercy» (1980) de Philippe Gautrand, «El transeúnte» (Pont des Arts, 1953) de Edith-Claire Gérin y «Rue du Cloître-Notre-Dame» (1953) de Albert Monier son tres buenos ejemplos. En estas dos instantáneas el ambiente resulta enigmático no sólo por la ausencia de personas o por la única presencia de una o dos, sino también por la luz y la bruma.

Philippe Gautrand: «Rue Neuve-de-la-Garonne de Bercy» (1980)

Albert Monier: «Rue du Cloître-Notre-Dame» (1953)

Edith-Claire Gérin: «El transeúnte» (Pont des Arts, 1953)

En Paris mon amour encontramos fotografiados algunos de sus bellos parques. El caso de Père-Lachaise es curioso puesto que no se trata de un parque sino de un cementerio pero a los parisinos y a los turistas no parece importarles puesto que es uno de los lugares más famosos y visitados de la capital francesa (he estado dos veces en París y todavía no he podido ir, la próxima vez será). Supongo que su principal atractivo está en sus ilustres “residentes”: Óscar Wilde, Edith Piaf, Chopin, Marcel Proust, Delacroix, el Barón Haussmann, Molière, Jim Morrison, etc.

Philippe Gautrand: «Jardin des Plantes» (1987)

Henri Cartier-Bresson: «Père-Lachaise» (1932)


Las fotografías más antiguas resultan especialmente interesantes porque en ellas podemos ver cómo han cambiado (o no) las calles de París, cómo vestía la gente, qué costumbres tenían; en definitiva, cómo era la vida cotidiana de la ciudad. «Feria» (anterior a 1914) de Séeberger muestra a unos niños montados en un tiovivo (parece que los caballitos no han cambiado en 90 años...). Otra imagen de Séeberger es «Moda en el bosque» (1910). Afortunadamente, la moda femenina ha cambiado mucho en un siglo. Lo que parece que no ha pasado de moda es llevar los bajos de la ropa arrastrando (para que luego se quejen nuestros padres de cómo tenemos de sucios y rotos los pantalones...). De los hermanos Séeberger las fotografías que más me gustan están recogidas en el libro Jardins parisiens à la Belle Époque, que ya reseñaré otro día.

Séeberger: «Feria» (anterior a 1914)

Séeberger: «Moda en el bosque» (1910)


Siguiendo con las imágenes antiguas, encontramos un retrato de un niño que me parece impactante por la mirada del crío. El autor es Lewis W. Hine, aquél que fotografió la miseria de las clases más pobres o la explotación infantil para llamar la atención sobre las cosas que no marchaban bien.

Lewis W. Hine: «Niño parisino» (1918)

Entre las fotografías que retratan parejas destacan dos. La primera es «La Torre Eiffel» (1929) de André Kertész, una imagen de una pareja abrazada contemplando París desde lo alto. La fotografía me resulta conmovedora: la ciudad aparece borrosa, distante; pero eso a los enamorados no les importa. Si la foto tuviera sonido, seguramente se dirían el uno al otro algo así como «Si tú me lo pidieras, pondría el mundo a tus pies» (siento la cursilada, pero octubre me pone melancólica...).

André Kertész: «La Torre Eiffel» (1929)

La otra fotografía es una de las más famosas de Robert Doisneau: «El beso del Hôtel de Ville» (1950). En el mundo de los paparazzi esto se llamaría robado-pactado o algo así. Os cuento: resulta que Doisneau vio a la pareja besándose apasionadamente pero no pudo fotografiarla, así que pidió a los novios que repitieran el beso. Y voilà, ahí los tenemos. Seguro que entonces no eran conscientes de lo mucho que se difundiría aquel beso posado.

Robert Doisneau: «El beso del Hôtel de Ville» (1950).

Posiblemente, si alguien piensa en París, una de las primeras imágenes que se le viene a la cabeza es la Torre Eiffel. Es curioso cómo en Paris mon amour este símbolo de la ciudad no es uno de los elementos más retratados. Sí hay una buena fotografía en la que aparece, «Torre Eiffel» (1988) de Jean-Claude Gautrand, pero está hecha de tal forma que no se aprecia bien. Es más, si no fuera porque se titula «Torre Eiffel», quien no tenga muy visto el monumento, posiblemente ni lo reconozca.

Jean-Claude Gautrand: «Torre Eiffel» (1988)

En «Lisa Fonssagrives para Vogue» (1939) de Erwin Blumenfeld también sale la Torre Eiffel. No sé cómo la modelo se prestó a hacerse esa foto, a mí me dio miedo el simple hecho de coger el ascensor que te lleva hasta arriba... Juzgad vosotros la valentía de la muchacha.

Erwin Blumenfeld: «Lisa Fonssagrives para Vogue» (1939)

Otros de los símbolos de París son el Arco del Triunfo y el Moulin Rouge. Y tampoco abundan sus imágenes en Paris mon amour. Del Moulin Rouge hay una fotografía hecha por Ilse Bing, «Cancán en el Moulin Rouge» (Montmartre, 1931). Se ve un poco mal, pero hay que tener en cuenta que el objeto fotografiado son bailarinas en movimiento, es un interior y la fotografía data de los años 30 (ni las cámaras ni los flashes son los de hoy). El otro símbolo parisino, el Arco del Triunfo, aparece en la fotografía de Roger Schall «Desfile en los Campos Elíseos» (junio de 1940) y lógicamente el interés no está en el monumento sino en quienes caminan ante él: se trata de soldados nazis.

Ilse Bing: «Cancán en el Moulin Rouge» (Montmartre, 1931)

Roger Schall: «Desfile en los Campos Elíseos» (junio de 1940).

Para que veamos que las aglomeraciones de visitantes ante las obras del Louvre no es cosa de ahora ni de japoneses fotografiando compulsivamente, tenemos la imagen de Willy Ronis titulada «Un domingo en el Louvre» (1968). La pintura que contempla la multitud es «La consagración del emperador Napoleón I y la coronación de la emperatriz Josefina en la Catedral de Notre-Dame de París el 2 de diciembre de 1804» de Jacques Louis David (¡toma título!). La fotografía es muy curiosa porque parece que los visitantes del Louvre están dentro del cuadro.

Willy Ronis: «Un domingo en el Louvre» (1968)

Paris mon amour finaliza con el París histórico y revolucionario. Una de las fotografías ya la he presentado, «Desfile en los Campos Elíseos» (junio de 1940) de Roger Schall, pero hay otras anteriores y posteriores a la ocupación alemana.
«Barricadas después del ataque» (Rue Saint-Maur, 26 de junio de 1848) de Thibault es la fotografía más antigua que encontramos en el libro. No tiene mucha calidad, lo único que se ve con más claridad es el aspecto que tenían las casas a mediados del siglo XIX.


Thibault: «Barricadas después del ataque» (Rue Saint-Maur, 26 de junio de 1848)

Otra de la mismas fechas es «Restos de barricadas en la Rue Royale» de Hippolyte Bayard en la que podemos ver al fondo la Plaza de la Concordia (las fuentes), el Obelisco, y al fondo se dibujan dos edificios (el que tiene pinta de templo griego creo que es el Palacio Bourbon, sede de la Asamblea Nacional; y la cúpula pertenece a Los Inválidos).

Hippolyte Bayard: «Restos de barricadas en la Rue Royale» (1848)

Pero hay otra imagen de la misma calle que se ve mejor: «Rue Royale» (1860-1870) de Ferrier y Soulier. Hace casi cinco años hice una fotografía muy similar a ésta, sin conocer su existencia. Ahí os pongo las dos, para que veáis que prácticamente lo único que ha cambiado de la zona es que ya no circulan carruajes sino coches.

Ferrier y Soulier: «Rue Royale»(1860-1870)

Ray Coy: «Rue Royale» (2003)

Mi relato sobre Paris mon amour finaliza aquí. El libro es aceptable pero sería mejorable, aunque quizá la selección de autores e imágenes responda a cuestiones editoriales que desconozco. Si yo pudiera hacer un libro-homenaje a París, buscaría sus edificios más bellos y sus lugares más representativos en fotografías de ayer y de hoy, para ver los cambios. A pesar de todo, Paris mon amour me parece un libro recomendable para adentrarse en la ciudad más fotogénica del mundo.

FICHA TÉCNICA:
Título: Paris mon amour.
Autor: Jean-Claude Gautrand (editor y fotógrafo).
Editorial: Taschen.
ISBN: 3-8228-3540-4.
¿Qué es?: Libro de 233 fotografías de París realizadas por más de sesenta autores.
Ventajas: El tamaño supera el A-4, el papel es de calidad, las fotografías son en blanco y negro y dan una buena idea de cómo era París y cómo ha evolucionado. Además el prólogo, escrito en español, italiano y portugués, narra la influencia de París en la fotografía (técnicas, autores, movimientos fotográficos, agencias, publicaciones, etc.).
Inconvenientes: El prólogo puede resultar pesado (demasiada información, tamaño de fuente excesivamente pequeño). Las fotografías no están organizadas ni por fechas ni por autores, sino por temas. No hay imágenes generales de la ciudad sino cosas concretas por lo que no vemos bien cómo ha evolucionado su fisonomía.
Valoración: 7.